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domingo, 8 de julio de 2012

No hay bestia tan feroz - No beast so fierce - Edward Bunker

Desde su celda de la prisión, Max Dembo nos cuenta que mañana será libre, se sienta en la taza del váter, abrillanta los horrorosos zapatos abombados que le entregan a los que salen en libertad y resuena en su cabeza la canción por la mañana seré libre.

Y como este blog se alimenta, además de libros, de cine, no dejo pasar la ocasión de hablaros de esa canción y de quien la canta originalmente. Esa canción es Free man in the morning de la película de 1957 de Elia Kazan, A face in the crowd (Un rostro en la multitud ). Y en la película la canta Andy Griffith, que falleció el pasado 3 julio a los 86 años de edad, y quien le escucha embobada es Patricia Neal, también fallecida, pero ella hace un par de años. Esta película no es de las más conocidas de su director, que por cierto la rodó en plena "caza de brujas", creo que le dedicaré un espacio en el blog y aprovecharé para hablar de los medios de comunicación y de lo dañinos que pueden ser, sobre todo, cuando cogen a alguien y no lo sueltan hasta su completa destrucción, después se hacen cruces. Elia Kazan debía de ser un visionario, porque en aquel entonces que no había reality show y sin embargo nos habla de la crueldad de la fama, fundamentalmente con sus protagonistas. Ahí os pongo el corte con la canción que Max Dembo no podía quitarse de la cabeza
Pero volvamos a No hay bestia tan feroz, dejamos a Max Dembo en su celda limpiando aquellos horrorosos zapatos abombados, al día siguiente saldrá de la cárcel en libertad condicional, después de ocho años entre rejas, tiene el firme propósito de no volver a prisión, quiere hacer lo posible por tener una nueva vida, un trabajo, nuevos amigos... Sin embargo, estamos en los años setenta en Los Ángeles con un agente de la condicional llamado Joseph Rosenthal, que parece que no sabe mucho sobre reinserción social, además, cuando hay un posible trabajo, tiene que decir que estuvo en prisión, nadie contrata a un ex presidiario, y si todo eso no fuese suficiente, aquellos horrorosos zapatos le destrozarán los pies. Hay que asumirlo, solo quedan los amigos de siempre, éstos siempre están cuando los necesitas.

El título de la novela se lo apropia Bunker de Shakespeare de su famosa obra Ricardo III  (la de, mi reino por un caballo) cuando Lady Anne le dice al malvado Gloucester, ¡Villano, tú no conoces leyes, ni divinas ni humanas, porque no hay bestia tan feroz que no sienta alguna piedad!. Aprovecho para recordar mi maravillosa noche de teatro con Ricardo III y Kevin Spacey

No sé si ya os habéis fijado, pero la novela la publicó Sajalín editores, una de mis favoritas y que me da lo oportunidad de conocer libros sobresalientes. Después de leer la magnífica novela Perro como perro (aquí comento un poco de la biografía del autor, Mr. blue),  la editorial también tiene publicados de este autor, La fábrica de animales y Stark, que por supuesto no me voy a perder.

La traducción de No hay bestia tan feroz corre a cargo de Laura Sales Gutiérrez, mi ejemplar es de la sexta edición y, también, lo compre en la feria del libro. Son 414 hojas, pedazo de novelón que no podéis dejar de leer, seguir y seguir leyendo, no quiero fastidiar la lectura, pero no imaginé que terminara como lo hizo y su desarrollo, sobre todo, en la última parte de la novela, me sorprendió bastante. Pero fijaros en la foto del autor, con esa cara, qué vamos a pensar, que la cabra siempre tira pal monte.
Edward Bunker

sábado, 7 de julio de 2012

El precepto roto 破戒 - Shimazaki Toson 島崎 藤村

Montse Watkins es la traductora de la novela  El precepto roto破戒 (Hakai), publicada por la editorial Satori. Andaba  yo paseando por las casetas de la última feria del libro y en cuanto vi su nombre en la portada del libro, lo cogí y no lo solté. Después comencé a leer de qué trataba.

Supe de Montse Watkins cuando leí Indigno de ser humano 人間失格 y le cogí cariño, así que cualquier libro donde aparezca su nombre, me lo llevaré.

La religión siempre trae problemas, da igual de la que hablemos, además, de poner idiota el cerebro del creyente, tiene la cualidad de separar a los humanos, así (por lo que se refiere al libro que traigo hoy), el budismo, el shintoismo y hasta el confucionismo, todo junto y alguna cosa más, establecen un sistema de castas en Japón, que se hace oficial en el siglo XVII, durante el periodo Edo (1603-1868), cuando los shogunes de la familia Tokugawa gobiernan Japón.

La pirámide de las castas era la siguiente, primero los samuráis (cobraban su paga en arroz), debajo los campesinos (eran la base de la economía del país), después los artesanos y los comerciantes y por último los parias, por su nacimiento, los eta, 穢多, posteriormente llamados burakumin 部落民.

Aunque los eta "muy contaminados" por su actividad con la muerte, cazadores, ganaderos, curtidores.., se distinguían de los hinin, 非人, "no personas": mendigos, vagabundos, actores, algunos delincuentes y los supervivientes del doble suicidio por amor, esto último y muchas cosas más, nos lo cuenta Carlos Rubio en la introducción del libro, que es conveniente leer, antes o después de la lectura de la novela.

La condición de eta se heredaba y la de hinin se adquiría como castigo, por ejemplo, para evitar la pena de muerte. El sistema de castas perduró hasta finales del siglo XIX y supone el fin del sistema feudal japonés.

El registro de familia, koseki, 戸籍, donde deben inscribirse nacimientos, matrimonios, muertes, divorcios...,se remonta a cientos de años, es utilizado hoy en día para conocer si el futuro yerno, nuera o trabajador es un eta. Esta práctica está prohibida, pero la discriminación continúa hoy en día y es un tema tabú en la sociedad japonesa, se cree que hay más de tres millones japoneses burakumin, muchos de ellos se han asociado para así presionar al Gobierno y mejorar sus condiciones de vida, por otra parte, al no tener obligación de estar confinados en ningún territorio y como no pueden ser identificados por rasgos externos, son muchos quienes ocultan quienes fueron sus antepasados.

En el precepto roto, Ushimatsu Segawa, profesor de primaria, es un eta pero nadie conoce su condición gracias a los desvelos de su padre y éste le hizo prometer que jamás lo confesaría. Y este es el debate durante toda la novela, Segawa lo quiere confesar pero, además, de haberlo prometido a su padre de que no lo haría, también le da miedo por las consecuencias que acarrearían y no serían otras, que la exclusión social. En cuanto a su autor, Shimazaki Toson 島崎 藤村, 1872 -1943, pertenece al llamado naturalismo japonés. La introducción de Carlos Rubio nos explica sus peculiaridades. Publicó el precepto roto en 1906 siendo un gran éxito. 

La novela, por estas connotaciones de denuncia social y sabiendo que en nuestro tiempo aún perdura la discriminación de una minoría, es sobrecogedora y muy interesante, en el sentido que con su lectura conocemos un poco más este gran pueblo, Japón.
Shimazaki Toson