En el mes de septiembre en todos los periódicos se habla de Antony Beevor y del nuevo libro que publicará sobre La Segunda Guerra Mundial, siendo el titular la sorpresa del historiador cuando se encuentra con la práctica de canibalismo por los japoneses, quienes consideran a los prisioneros como ganado.
Personalmente, no es un tema que me sorprenda, pues, haber leído El holocausto asiático, de Laurence Rees me había hecho adentrarme en el tema y conocer un poco mejor al ser humano, también sabía del tema, por otras lecturas como el libro de la reseña de hoy, Hogueras en la llanura, y la película, del mismo nombre que dirigió Kon Ichikawa, el tema del canibalismo en determinadas épocas de la historia de Japón parece un tema recurrente (y también del resto de países, en las épocas de hambruna, por ejemplo, siempre está presente).
Sin embargo, el canibalismo es un tema tabú, está ahí pero todo el mundo pasa de puntillas, salvo parece que en el país del sol naciente. Tenemos el caso de Issei Sagawa, 佐川一政, que mató a una joven holandesa en Francia con el propósito de comerla, esto ocurrió en 1981. Resumidamente, fue declarado demente y, por tanto, no puede ser juzgado, contrae una supuesta (para muchos) enfermedad intestinal que dicen que se va a morir en muy poco tiempo y le deportan a Japón con la obligación de las autoridades de este país de recluirlo en un psiquiátrico, así lo hacen, quince meses después lo dejan libre diciendo que ya está curado, la fortuna de su padre ayudó mucho en su curación (por lo visto) y, desde entonces, es como una estrella en su país, le invitan a fiestas, sale por la tele en coloquios, documentales, cine, escribe libros con el tema central del canibalismo y que sus compatriotas compran sin ningún rubor. Los japoneses que aplauden a este tipo, no piensan en Renée Hartevelt, como así se llamaba la joven a quien mató, ni en su familia, y si piensan en las víctimas creo que no las consideran como tales, no comprendo este comportamiento, el de un individuo vale, pero el de millones aplaudiendo al tipo que la mató y la comió, jactándose de ello, es inconcebible.
En Hogueras en la llanura, 野火 (Nobi), no tiene como tema central el canibalismo, pero sí es una pieza importante del mismo. La historia se desarrolla en Leyte, Filipinas, donde al soldado Tamura, enfermo de tuberculosis, no lo quieren ni en el batallón con sus compañeros, ni en el hospital, pues, no está lo suficiente enfermo para que esté allí. Su jefe le ha dicho que si no es capaz de estar en el hospital, solo le queda morir, que haga uso de la granada de mano que le dieron, así rendirá un buen servicio a la patria.
De esta manera vemos al soldado deambular de un lado para otro. Según pasamos las hojas y Tamura continúa su camino por la selva filipina, la degradación del ser humano es tal, que tenemos que descansar de la lectura, no queremos imaginarnos en una situación como la vivida por él, cómo actuaríamos, haríamos uso de esa granada o nuestra conciencia, al igual que el protagonista, nos diría que no, que hay que sobrevivir, pero sobrevivir significa que alguien tiene que morir.
La novela fue publicada en 1957, recibió el premio Yomiure, es considerada una de las obras japonesas más importantes de la postguerra. Hasta 2006 no fue publicada en España, ha sido de la mano de Libros del Asteroide, traducida por Fernando Rodríguez-Izquierdo Gavala. Ni que decir tiene, que la lectura de la novela es apasionante, no dejando indiferente a nadie.
Su autor, Shohei Ooka, 大岡 昇平, nació en Tokio el 6 de marzo de 1909 y murió el 25 de diciembre de 1988. Traductor de literatura francesa; en 1944 fue enrolado por el Ejército Imperial Japonés, un año después fue hecho prisionero en la isla de Leyte. De toda su producción literaria, creo que en castellano, Hogueras en la llanura es su único libro publicado, en fin, espero que pronto se remedie esto y alguna editorial nos haga felices con el resto de su obra.
Shohei Ooka |
La novela fue llevada a la pantalla en 1959 por Kon Ichikawa. Su mujer, Natto Wada, escribió el guión, dando el visto bueno al mismo, el propio escritor, Shohei Ooka, a pesar, de las diferencias sobre el canibalismo que existe con el libro, el protagonista en la película no prueba carne humana, a diferencia del libro que sí la come, si bien, lo hace engañado creyendo que es carne de mono. Además, Ichikawa prefirió que esta película se rodase en blanco y negro y pidió expresamente a Eiji Funakoshi para la interpretación del soldado Tamura. Además, tenían restringidos los alimentos y prohibido que se lavaran los dientes para dar más realismo al film.
Cuando se habla de esta película también se hace del Arpa birmana, premiada en el festival de cine de Venecia en 1956 y al año siguiente nominada a mejor película extranjera al Oscar, dirigida por el mismo director. Las dos películas siempre se ponen de ejemplo de cine antibélico.
Reparto (entre otros muchos):
Osamu Takizawa, como Yasuda
Mickey Curtis, como Nagamatsu
Kon Ichikawa |
La verdad que aquí sí que se ve claro las diferencias culturales. Yo también encuentro incomprensible lo del japonés convertido casi en estrella del rock con la historia de haber asesinado, y encima, para comerse a una mujer joven holandesa. Muy interesante esto que traes.
ResponderEliminarEste libro no te dejará indiferente, si puedes, a ello.
ResponderEliminarSobre lo del asesino, caníbal y muy bien dicho casi estrella del rock, es demencial, supongo que racistas hay también entre los japoneses
y no consideran un ser humano a Renée Hartevelt, como así se llamaba la joven asesinada,
otra explicación no la encuentro. Cada vez que me acuerdo de ella, me dan unas ganas de llorar que no veas,
Bueno, hasta otra, buen finde,
Bara
P.D. Por cierto, cuando te apetezca uno de relatos cortos mira a ver si te haces con el de "Andar por el aire", de Julio Jurado que hablo de él en otra parte, ya verás que diferente
ok :D
ResponderEliminar