Debo ser masoquista, otra vez leyendo a Junichirō Tanizaki (谷崎潤一郎), me había prometido no volver a coger un libro suyo y, encima, me espera otro. El cuento de un hombre ciego (1931) (Momoku monogatari 盲目物語) de ediciones Siruela está traducido del inglés (es una pena, si lo hubiese visto en la librería no lo habría comprado) por Ángel Crespo.
Como su título indica, un hombre ciego, Yaichi, nos cuenta una historia que se desarrolla entre los siglos XVI-XVII.
Yaichi es masajista y entra al servicio de la baronesa Oichi, casada con el barón Asai Nagamasa...era también, un general fuera de serie y tenía la clase de ambición que un hombre debe tener. Esta baronesa, al igual que todas las protagonistas de Tanizaki, al menos las que yo conozco, son famosas por su belleza. A esta dama, el autor nos la hace madre de cinco hijos, tres niñas y dos niños.
Masajista y ciego, al servicio de una señora a la que también le cantaba canciones, algunas picaronas (para aquel tiempo) acompañadas del samisén y contándonos que, Un día mi ama se quejó de sentir los hombros rígidos, así que me puse tras ella, como de costumbre, y comencé a darle masaje, creía que iba a ver tema entre uno y otra, pero nada más lejos de la realidad. El ciego muy enamorado pero la baronesa muy digna ella que quería morir con su esposo.
Un problema (que me fastidia bastante) de las traducciones que no son del japonés como en este caso, que utilizan términos que sabemos que en el original no se utilizan, por ejemplo, el término hara-kiri (腹切) que se emplea en varios momentos del libro, en lugar del más correcto de seppuku (切腹), supongo que en la edición en inglés sí venía bien expresado o al menos con una nota del traductor explicando la diferencia entre un término y otro, que podía ponerse en esta edición en español.
Dejando aparte estas cuestiones, la historia que nos cuenta este ciego, si bien es un poco ingenua (para nuestra época), se pondrá emocionante según llegamos al final, terminando el protagonista despreciado por la hija de la baronesa.
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