Me reí tanto viendo esta película, que creo que un día me voy a quedar sin amigos para ir al cine. Esta película es hilarante y muy ingeniosa.
Matsumoto, el responsable de todo esto, es el del cartel de la izquierda, con ese corte de pelo de niño y el pijama con topos de colores. Está encerrado en un espacio blanco y, aparentemente, sin puertas ni ventanas. Nadie parece que le escuche, por más que grite. Tiene que encontrar la forma de salir.
La película no comienza ahí, traslada el inicio a un lugar muy lejano, a México, suponiendo que el tipo esté en Japón, porque nada nos indica el lugar de encierro. Una familia compuesta de un abuelo, madre, padre, luchador de lucha libre, de esos que llevan máscara en la cara, dos hijas, una de ellas monja, que echa sapos y culebras por la boca (también es fumadora) y un niño, que sufre mucho por su padre, porque muy bueno en la lucha no es. Además, la expectación está en el próximo combate.
Se van mezclando en la película estas dos historias, que parece que no tienen nada que ver una con la otra, la del tipo del pijama encerrado intentando salir y la del luchador preparándose para el combate final. Si bien, parece que es una película de humor absurdo, todo está bien orquestado y conectado, con un final que cada espectador le dará una interpretación, creo que todas pueden ser válidas.
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