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miércoles, 31 de diciembre de 2025

Cristina Rivera Garza y la lucha contra el olvido: El feminicidio de su hermana Liliana

Al planear esta última entrada del año, mi primera intención fue escribir sobre la fiesta, los deseos de año nuevo y la felicidad que suele acompañar estas fechas. Pero no sería real. He decidido que no podemos cerrar los ojos ante una realidad que nos golpea cada día: la violencia machista sigue siendo la herida más profunda de nuestra sociedad.

Escribo esto con el peso de la realidad sobre la mesa. En España, las cifras oficiales del Ministerio de Igualdad ya confirmaban al menos 47 mujeres asesinadas a mediados de diciembre de 2025. Sin embargo, sabemos que estas cifras son solo una parte de la tragedia: son las víctimas computadas dentro del ámbito de la pareja o expareja.

Fuera de ese recuento oficial quedan muchas otras mujeres asesinadas por el hecho de serlo, muchas de ellas en situaciones de extrema vulnerabilidad, cuyos nombres a menudo no entran en las estadísticas principales de violencia de género. Tampoco podemos olvidar el horror de la violencia vicaria: esos hijos e hijas asesinados con el fin de destrozar la vida de sus madres. Ellos y ellas también son víctimas directas de este terrorismo machista y deberían contabilizarse con el mismo peso, pues forman parte de la misma arquitectura de odio y control.

En México, la magnitud del horror es sobrecogedora: según datos del Secretariado Ejecutivo, entre enero y noviembre se han registrado más de 5.000 asesinatos de mujeres, de los cuales solo 597 han sido tipificados oficialmente como feminicidios. Son miles de nombres que ya no brindarán este fin de año; miles de familias atravesadas por la impunidad.

Hablamos de cifras que, en cualquier otro contexto, calificaríamos sin dudarlo como terrorismo. Sin embargo, a menudo no reciben la misma respuesta de “emergencia de Estado” que otras amenazas.

Esta falta de contundencia pone en evidencia a los poderes públicos: parece que, para el sistema, las mujeres seguimos siendo ciudadanas de segunda cuyas vidas no merecen el mismo despliegue de seguridad ni la misma urgencia política.

El terrorismo machista no solo mata a las mujeres que ya no están; busca que las que quedamos vivas sintamos el miedo como una constante, recordándonos que el Estado nos sigue fallando.

Frente a esta realidad, no basta con la indignación. Toda la sociedad tiene que luchar junta contra esta lacra. Por eso, he decidido terminar el año hablando de memoria y de resistencia a través de una obra que es, al mismo tiempo, un duelo personal y una denuncia política: El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza.

1. Recuperar la voz frente al silencio

Cristina Rivera Garza no solo escribe sobre su hermana, sino que escribe con ella. Al recuperar las cartas, notas y diarios de Liliana, logra romper la narrativa del agresor. A menudo, la vida de una mujer se reduce al momento de su muerte; aquí, Liliana recupera su voz y sus sueños. Cada una de las víctimas de este 2025 tenía una historia que el machismo intentó borrar.

2. Nombrar para hacer justicia

En 1990, el término feminicidio no existía en el lenguaje jurídico. Rivera Garza muestra cómo la ausencia de palabras también es una forma de impunidad: al no reconocer la violencia machista, el sistema trató el asesinato de Liliana como un “crimen pasional”. El libro nos recuerda que el lenguaje no solo nombra la realidad, sino que puede transformarla en protección.

3. La arquitectura de la impunidad

La autora relata su infructuosa búsqueda del expediente judicial de su hermana, extraviado entre la burocracia. El asesino no escapó por azar, sino porque el sistema no prioriza la vida de las mujeres. Ese vacío institucional de hace treinta años sigue resonando hoy como denuncia contra unas estructuras que aún nos fallan.

4. La justicia como acto colectivo

Para Rivera Garza, la justicia no se limita a que el culpable pague: exige que la sociedad reconozca la historia de Liliana y asuma su responsabilidad. El silencio y la indiferencia son el oxígeno del agresor; por eso, leer y compartir estas historias es un acto cívico de resistencia.

En la memoria de Liliana y de tantas mujeres, El invencible verano se convierte en un llamado a no mirar hacia otro lado. Ese gesto de recordar, de nombrar, es también una forma de justicia.

Una pequeña voz contra el silencio

Soy consciente de que este blog tiene un alcance limitado, que mis palabras quizá no lleguen a los despachos donde se toman las decisiones. Pero, aun así, me niego a que este espacio sea cómplice del silencio. Quiero que mi blog sea parte de la denuncia, un pequeño grano de arena en la inmensa necesidad de justicia.

Porque si todas las voces, por pequeñas que sean, se unen para nombrar el terrorismo machista, llegará un momento en que el estruendo sea imposible de ignorar. Escribo esto por Liliana, por las 47 mujeres asesinadas en España este año y por todas aquellas cuyos nombres aún no han recibido justicia.

Conclusión

Aunque la violencia machista intente apagar vidas y silenciar nombres, historias como la de Liliana nos enseñan que existe un invencible verano en la memoria colectiva. Al nombrarla y al denunciar las cifras de este 2025, decimos que no nos rendimos.

El próximo año no queremos contar víctimas, sino celebrar vidas libres.
No somos ciudadanas de segunda. Nuestra seguridad es una emergencia de Estado.

Cristina Rivera Garza


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