Antes de cruzar el Canal de la Mancha, pasé dos tardes con Espido Freire.
Su ensayo, Dos tardes con Jane Austen, fue la llave que me permitió abrir las puertas de Pemberley y entender, semanas después, el silencio de la tumba en Winchester. Este 2025 celebramos el 250 aniversario del nacimiento de Jane Austen, y decidí que Orgullo y Prejuicio fuera mi brújula en un viaje de un mes por las islas. El ejemplar que me acompañó en la maleta es una edición preciosa, traducida con la maestría de Ángeles Caso e ilustrada por el mítico Hugh Thomson. Sus dibujos fueron poniendo imágenes a mi viaje mientras recorría los paisajes británicos. Aunque en el norte me dejé envolver por el misticismo de Cumbres Borrascosas y la fuerza de Jane Eyre -prometo dedicarles otra entrada-, fue al bajar hacia el sur cuando el universo de Jane me atrapó por completo.
La sombra de Mr. Darcy
Hablar de esta novela y no mencionar a Mr. Darcy es imposible. Al recorrer las grandes mansiones inglesas, es inevitable buscar su sombra tras cada ventana. Pero lo que hace a Darcy eterno no es su fortuna ni Pemberley, sino su capacidad de cambio. Leer sobre su "orgullo" mientras yo misma viajaba como una extraña por tierras nuevas me hizo reflexionar: ¿cuántas veces juzgamos un lugar o una persona a la primera, como hizo Lizzy? Darcy nos enseña que la redención es posible.
El encuentro en Winchester
El punto culminante fue la Catedral de Winchester. Entre su inmensidad, me sentí perdida buscando a Jane. Entonces se acercó a mí una mujer sacerdote, con su alzacuello y una sonrisa serena, para ayudarme. Sus palabras me dejaron desarmada: me señaló la lápida original en el suelo y me explicó que, en el momento de su muerte, no se incluyó que era escritora. En 1817, esa profesión era un secreto casi vergonzoso para una “dama”.
Justicia 250 años después
Gracias a esa mujer, entendí que mi visita no era solo turismo, era un acto de justicia. Ver después el vitral y la placa de latón que sí reconocen su genio fue emocionante. Jane Austen tuvo que escribir "anónimamente", pero hoy, 250 años después, somos nosotros los que recorremos miles de kilómetros para susurrarle un "gracias" ante su tumba.
Conclusión
Mi viaje terminó en Winchester, pero la conversación con Jane, y con esa amable sacerdote, se vino conmigo de vuelta. Orgullo y Prejuicio es, al final, el mejor diario de viaje: nos enseña a mirar dos veces, a reírnos de nosotros mismos y a entender que el verdadero amor requiere tiempo y menos prejuicios.






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