Fernando González Viñas en el monte Fuji |
Que vaya por delante que cada vez que sé que han prohibido las corridas de toros en una ciudad, brindo con mis amigos con una caña de cerveza. Detesto todos los festejos que se hacen con animales, no importa que éstos estén en un coso taurino o debajo de una carpa de circo.
El autor del libro de Manolete, biografía de un sinvivir es el mismo que Japón, un viaje entre la sonrisa y el vacío, así que, como había prometido leer todo cuanto cayese en mis manos del cordobés, me fui a la librería a ver qué contaba.
Y cuando me dio el dependiente el libro y comencé a echarle un vistazo, veo que es un libro con santos, algo que me gusta mucho (toda biografía que se precie, tiene que tener una buena colección de fotografías) y, además, del título un sinvivir, qué me induce a llevarlo, pues el nombre del primer capítulo, El niño compuestito. Los consumidores de libros creo que estamos un poco chiflados.
Los primeros capítulos son los que más me gustan, y en el titulado La guerra, leo, El General Yagüe manda que los prisioneros, soldados y civiles, sean llevados a la plaza de toros... La cifra final de fusilados oscila..., cercana o superior a 2000. El General Yagüe, responsable directo de la matanza declaró... que él no podía llevar en su avance... a ¿4000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj?. ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?. Por supuesto que los matamos.
Aquí, son inevitables las lágrimas, mira que soy sentimental. No teniendo nada que ver Manolete en esta matanza y, según el autor, nunca estuvo en Badajoz, así que, difícilmente pudo haber matado rojos con el estoque. El resto del libro continúa la biografía de Manolete y hablando del contexto histórico, además, está plagado de referencias cinematográficas. Lo que menos me gusta del libro, es cuando habla de los trofeos, orejas, rabos y patas, llegó un momento que me dio un poco de asco, supongo que es inevitable contar estas cosas.
Fernando González Viñas, como ya he dicho, es cordobés, pero nació en Villanueva del Duque que es un pueblo del norte de la provincia de Córdoba. Y como los de este pueblo son listos, le han pedido que les escriba algo para una revista que tienen, así que, les envió desde Tokio, Las abuelas que besaban a los forasteros.
Este relato me gusta mucho. Yo no tengo pueblo donde ir, así que me da un poco de envidia, pero me hizo recordar a mi abuela la socialista (jo, como la echo de menos), a mi también me compraba, de vez en cuando, galletas napolitanas de Cuétara y me comía a besos.
Además, nos dice Viñas que en octubre se publica su novela Esperando a Gagarin, coincide con otros hechos que harán historia ese mismo mes: uno es mi cumpleaños, otro, Takeshi Kitano, el mismo día de mi cumpleaños estrena en Tokio su próxima película, Outrage Beyond, secuela de la de 2010, además, al festival de Sitges vuelve Takashi Miike y no con una, sino con dos películas, no sé si habrá más hechos históricos, pero los expuestos creo que merecen la pena ser disfrutados.
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